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lunes, 16 de noviembre de 2009

El presidente proscrito del Valencia CF (1936-1939).


Josep Rodríguez Tortajada.
Presidente Nº 13 en la historia del Valencia CF.
Su nombre no figura como máximo mandatario de la entidad Bajo su gestión planeó la construcción de un estadio y una ciudad deportiva - Dirigente nacionalista y teniente alcalde de Valencia, alineó al club a favor de la República - Con el franquismo fue encarcelado, condenado a muerte y, finalmente, liberado Nunca dejó de ser socio.

­De los 90 años que ha conmemorado el Valencia, tres de ellos permanecen ocultos en el relato del club. Poco se ha sabido hasta el momento del periodo comprendido entre 1936 y 1939, la Guerra Civil. Tres años en los que la entidad valencianista, lejos de esconderse de las bombas, multiplicó su actividad social y deportiva y se mantuvo como uno de los elementos claves para sostener la armonía cotidiana entre la sufrida población civil.
A día de hoy, Josep Rodríguez Tortajada (1899-1982) todavía no ha sido reconocido oficialmente como presidente del Valencia. Ejerció ese cargo durante la Guerra Civil, junto al de teniente alcalde de Valencia por el Partit Valencianista d´Esquerra. Su trayectoria la rescató del olvido Miquel Nadal Tàrrega en su libro El nacimiento de la ciudad deportiva (Ruzafa Show) y fue recordada también por el historiador Josep Bosch en las páginas de Levante-EMV. Su publicación en este periódico hizo que Francesc Cueva, hijo adoptivo de Rodríguez Tortajada, llamase a nuestra redacción para agradecer el recuerdo a su padre. Esa llamada también hizo posible recuperar y ampliar el relato del presidente número 13 del Valencia, del que nada se conocía después del final de la contienda.
Pero empecemos por el principio. El joven Rodríguez Tortajada, hijo de padres aragoneses y que desde su adolescencia entró en los círculos nacionalistas valencianos, se hizo socio del Valencia FC el 1 de octubre de 1926, con el club transformado ya en el más representativo de la ciudad, con sólo siete años de existencia. Con el estallido de la Guerra Civil, en agosto de 1936 el VFC quedó incautado por el personal de acomodadores del campo de Mestalla, afecto a la UGT, que dieron paso a una comisión gestora integrada por socios, jugadores y empleados. El VFC, de ese modo, mantenía su independencia. Entre todos ellos nombraron presidente a Rodríguez Tortajada. El jugador Carlos Iturraspe ejerció como vocal, y el mítico ex futbolista Eduardo Cubells, junto con los dirigentes Andrés Balsa y Luis Colina formaron la comisión deportiva.
En marzo de ese mismo año, tras la victoria del Frente Popular, Rodríguez Tortajada, una de las figuras claves del nacionalismo valenciano, había sido elegido concejal de Valencia en representación del PVE. Ocupó las áreas de Sanidad y Hacienda y poco después ascendió a teniente alcalde. Rodríguez Tortajada compaginó los dos cargos simultáneamente. Su labor como presidente del VFC fue muy fructífera. Gracias a su gestión se hizo posible la creación de las dos competiciones más prestigiosas en territorio republicano: la Liga del Mediterráneo y la Copa de la España libre. Bajo la dirección del VFC, como desvela el historiador Josep Bosch, planeó el proyecto de una ciudad deportiva para el club, en la que se habilitase un nuevo estadio y otras instalaciones para las secciones deportivas de la entidad.
La implicación del VFC de Rodríguez Tortajada con la causa republicana también fue notable. Mestalla sirvió como escenario para mítines de la CNT, como el que tuvo lugar el 16 de agosto de 1936, con Juan García Oliver y Federica Montseny como oradores o el celebrado justo una semana después en el que el republicano Antonio Jaén Morente proclamó que Mestalla era «la Covadonga de la República», en alusión a la reconquista medieval.

La confraternización antifascista.
Apenas dos meses después, el 17 y 18 de octubre de 1936, Rodríguez Tortajada lideró «los actos de confraternización antifascista» del «Homenaje de Valencia a Cataluña», celebrados en Barcelona a beneficio de las Milicias y los Hospitales de Sangre y que tuvieron como marco estelar la disputa de un partido amistoso entre la selección valenciana —un combinado de jugadores del Valencia, Levante y Gimnástico, entrenado por Eduardo Cubells—, y la catalana, en Les Corts, el estadio del FC Barcelona. Tal como informaba la prensa barcelonesa, el sábado 17 de octubre llegó en un tren especial la expedición valenciana, encabezada por Eduardo Cubells y sus futbolistas, la Banda Municipal de Valencia y el atleta y redactor de El Mercantil Valenciano, José Catalina Llorens, conocido como Pepe Lacomba. Todos ellos fueron recibidos por Rodríguez Tortajada, que había llegado a la Ciudad Condal un día antes.
La expedición marchó al Ayuntamiento de Barcelona, donde hubo una recepción a cargo del alcalde Pi Suñer. En ese acto la Banda Municipal de Valencia interpretó el himno regional valenciano, además de «La Internacional» y «Els Segadors» y acto seguido se procedió a la elevación de la Senyera valenciana. Como sucede en la actualidad en cada 9 d´Octubre en Valencia, se alzó la «invicta bandera» por medio de una cuerda hasta el balcón de la plaza de Sant Jaume, manteniéndola erguida en todo momento. Las otras banderas, la catalana y la republicana, fueron transportadas por las escaleras interiores del consistorio.
El Festival Valencia-Cataluña empezó a las tres de la tarde. En los prolegómenos del partido, hubo un desfile conjunto de milicianos acompañados de falleras con el puño en alto, dando «guardia de honor» a la Senyera valenciana. Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña, y Rodríguez Tortajada presidieron el palco de autoridades, acompañados de Borisenko —capitán del buque mercante soviético Ziryanin— que realizó el saque de honor del encuentro. Vantolrà e Iturraspe, capitanes de las dos selecciones, se acercaron al palco presidencial para pedir a Companys y Rodríguez Tortajada que mediaran en la liberación del mítico portero Ricardo Zamora, en aquel momento encarcelado en Madrid. En el tiempo de descanso tuvieron lugar varias pruebas atléticas, en las que destacó el saltador valenciano Lacomba, vencedor en su modalidad.
La extensión de los fastos previos del programa impidió que el «match» se pudiera jugar completo, suspendiéndose a falta de 20 minutos por falta de luz natural. En ese momento ganaba Cataluña por 2-0. Cubells alineó en la selección valenciana a Vidal, Gojenuri, Juan Ramón, Dolz, Iturraspe, Conde, Doménech, Felipe, Amadeo, Calatayud y Stors.
En Mestalla también se acogieron partidos benéficos, como el Festival pro-víctimas de Gernika, que enfrentó el 23 de mayo de 1937 a las Milicias Rojas y los Carabineros, con Luis Colina de árbitro y con posteriores exhibiciones de baloncesto, hockey y atletismo. O el 16 de enero de 1938, con el partido entre Joventuts del PVE y los Huérfanos de Correos.
El VFC, con Rodríguez Tortajada de presidente, fue de los pocos clubes que sin tapujos animó a sus socios para acudir a manifestaciones en favor de la República, como el acto de febrero de 1937 para apoyar a Largo Caballero. A tal efecto el VFC publicó el siguiente anuncio en la prensa valenciana: «Habiéndose adherido el Valencia F.C. a la manifestación que se celebrará el próximo domingo en Valencia, se invita a todos los socios de este Club y a los deportistas en general, a asistir dicho día, a las nueve y media de la mañana, al local social del Valencia FC, Félix Pizcueta, 23, para con nuestra presencia en la manifestación potenciar el sentir antifascista de los deportistas valencianos.»

Detención y pena de muerte.
Así siguió la actividad de la entidad, frenética tanto en el terreno de juego como en la implicación social. Con el final de la guerra, en abril de 1939, Josep Rodríguez Tortajada marchó a su casa, en la calle Comedias 25, en espera de unas represalias que sabía que no tardarían en llegar. A los pocos días fue detenido y juzgado por un Consejo de Guerra, acusado de un delito de «rebelión militar». Según los archivos a los que ha tenido acceso Levante-EMV, el 5 de septiembre de 1939 fue condenado a muerte y encarcelado en San Miguel de los Reyes. Durante el juicio se utilizaron como argumentos en su contra el Festival Valencia-Cataluña de octubre de 1936, así como algunas de sus actividades como concejal del ayuntamiento. En concreto, se le acusó de haber formado parte, en agosto de 1936, de una comisión «encargada de practicar la revisión del personal afecto al Ayuntamiento de Valencia, pertenecientes a partidos de derechas [...] desarrolló su misión con carácter de checa y con los procedimientos congruentes de los dictados sovietizantes, o sea, llamando a los funcionarios adictos a nuestra Santa Causa y dándoles a elegir entre la dimisión o la cuneta».
Las posteriores apelaciones, sin embargo, permitieron que se conmutara su pena por la de 30 años y un día y, posteriormente, en 20 años y un día. Especialmente conmovedora fue la declaración de Emerenciana Tortajada Ibáñez, madre de Josep, en 1942. «Mi hijo fue condenado por ser víctima de la incomprensible animosidad de un alto empleado municipal, que llevó su equivocada actitud al extremo de visitarle en la comisaría de policía —cuando fue detenido— sin tener en cuenta (siquiera por humanidad) su triste situación, no sólo se mofó de él, sino que públicamente manifestó sus deseos de hacer lo imposible hasta conseguir su muerte. Toda la vida de mi hijo ha sido recta y honrada y si ha tenido ideales políticos, los ha servido sin sectarismos y oponiéndose a todos los desmanes que le fue posible evitar, siendo por ello perseguido de muerte por las masas incontroladas [...] Hace tres años y medio que mi hijo sufre el mayor de los tormentos, la privación de libertad, y tanto la que suscribe como una hija suya se hallan en el mayor de los desamparos.» En esa «buena fe» se sostuvo la declaración de María de Arnedo y Asensi, baronesa de Arnedo: «En el periodo caótico que sufrimos en Valencia, gente incontrolada de Silla y pueblos limítrofes, después de quitarme las tierras, pretendieron robar mi casa de Valencia y matarme. Enterado el señor Rodríguez Tortajada, medió inmediatamente en mi socorro, impidiendo con su presencia y decidida actuación que cometiesen el crimen que intentaban, amenazando a los desalmados y haciendo poner en mi casa una vigilancia que evitase futuros desmanes. Posteriormente y para seguridad mía, guardó en su poder una cantidad respetable de dinero y alhajas, todo lo cual me devolvió íntegramente [...] Durante el periodo rojo nos ayudó, proporcionando alimentos.»
En su estancia en la prisión, compartió castigo con el futbolista del Valencia FC Tonín Conde. En enero de 1944 su procedimiento fue revisado, concediéndosele la libertad condicional el 27 de enero por «no aparecer probada la participación del solicitante en muertes, violaciones y demás hechos repugnantes». En realidad, su libertad estaba relacionada con el lavado de cara que, ante la opinión internacional, realizó el régimen franquista con los presos políticos condenados a muerte sin delitos de sangre. No cabe olvidar que, en esa época, la segunda guerra mundial empezaba a decantarse del bando aliado. No obstante, la cancelación total de antecedentes penales no le llegaría hasta el 14 de marzo de 1957.

La vida después de la prisión.
¿Y qué pasó con Rodríguez Tortajada cuando salió de prisión? Reveladora fue la visita del secretario técnico del gran Valencia de los años 40, Luis Colina, que acudió a buscarle a San Miguel de los Reyes. Una anécdota que demuestra, en palabras del escritor Miquel Nadal, que en el fondo, más allá de los condicionamientos históricos en los que se vio rodeado el club, «el Valencia de la posguerra es una pura continuación de nombres, estrategias y trayectoria» del Valencia anterior. Es decir, la institución por encima de todo, un discurso de club muy definido, alejado (en todo lo posible que permitía la dictadura) de injerencias externas. En definitiva, un club de fútbol normal, sin miserables revanchistas ni clandestinos luchadores. Un club que trató, simplemente, de sobrevivir, pese a la profunda tensión política que había de trasfondo.
Tanto Colina como Rodríguez Tortajada sabían que era inviable pensar en un regreso al club del ex presidente. Josep seguía siendo un rojo, un proscrito. Aceptó, con resignación y silencio, que su nombre no apareciera entre la lista de presidentes del club y en ningún libro de la historia de la entidad. Regresó a su profesión de practicante (los ATS de la época) y más tarde ejerció de representante de laboratorios farmacéuticos. Nunca dejó de asistir a su butaca de Mestalla y animar a la delantera eléctrica, a Puchades, Wilkes, Paquito, Waldo, Roberto Gil, Claramunt y Kempes. Una afición que le transmitió a su hijo Francesc, que a día de hoy recuerda las visitas privadas de su padre a la sede del Valencia, en la calle Félix Pizcueta 23, donde charlaban y almorzaban con empleados y directivos. Josep, en plena dictadura, tampoco renunció a su activismo nacionalista, que supo contagiar a Francesc, que con el tiempo se convirtió en uno de los más representativos militantes valencianistas, iniciador de la tradición de los aplecs de El Puig en los años 60 al lado de los hermanos Codonyer, Enric Tàrrega y Albert Thous, entre tantos otros, desde las juventudes de Lo Rat Penat.
Josep Rodríguez Tortajada falleció en 1982. Era el socio número 21 del Valencia. Ha llegado la hora de que el club reconozca y dignifique la labor del presidente número 13, el presidente proscrito.

VICENT CHILET TORRENT. Levante-EMV.
Nosotros no somos politicos, esto sigue siendo historia del Valencia.C.F y todo es bueno saberlo, conocerlo, analizarlo y cada uno que juzgue.-

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