En el velero triunfal del éxito (se embarcan) navegantes de otros mares, buscadores de fortuna, vividores sin escrúpulos, tocadores de palos ajenos, pregoneros de causas adversas, viajantes ocasionales, tahures reconocidos, tontos útiles, listos de toda la vida, ignorantes supinos, jerifaltes aprovechados,militantes de colores extraños. (...)
A este carro de gloria se han subido gentes extrañas, que no estaban invitadas, que no tienen por qué inflar pecho ni colgarse medallas que no se han ganado.
Cuanto anoche se vivió en Mestalla es la expresión de un sentimiento atávico, heredado, que no se improvisa ni admite advenedizos. A la nómina de afiliados se apunta cualquiera. En la fe hay que estar bautizados. En la creencia sólo se enrolan los elegidos. Aquí nos conocemos todos, y sabemos cuánto hay de auténtico en un leve gesto y cuánta mentira se esconde tras un aspaviento grandilocuente.
En el 86, cuando el Valencia se fue a pique, muchos de los que anoche asomaban rollizos y ufanos por la pantalla de la fama, se escurrieron como serpientes (...) Esta copa de de todos, pero de algunos, un poco más que otros.
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