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sábado, 21 de enero de 2012

El pasado rojillo de Emery

SU ABUELO, EL LEGENDARIO GUARDAMETA DEL REAL UNIÓN ANTONIO EMERY, DEFENDIÓ EL MARCO DE OSASUNA CONTRA BOCA JUNIORS
En el frondoso árbol genealógico de Unai Emery asoma una rama rojilla. Aunque la historia deportiva de la familia está estrechamente vinculada con el Real Unión de Irun, de ese tronco enraizado desde la década de los años veinte del siglo pasado en el club fronterizo por su abuelo Antonio y su tío-abuelo Román, surgieron brotes afianzados luego a otros equipos como Alavés, Burgos, Logroñés, Sporting y Recreativo (en el caso de Juan, padre de Unai), y de Real Sociedad, Toledo, Ferrol, Leganés, Lorca, Almería y Valencia, en el currículum del actual entrenador del equipo ché. Y también Osasuna. Aunque fuera solo un partido, tuviera carácter amistoso, pero un rival afamado ya entonces en el mundo entero.

Antonio Emery Arrocena, el abuelo, ha pasado a la historia del fútbol como uno de los mejores guardametas de los años veinte y treinta. Basta repasar las crónicas de la época para comprobar el asombro que en los periodistas provocaban sus actuaciones. Nacido el 26 de julio de 1905, toda su carrera deportiva transcurrió en el Real Unión, club en el que debutó en 1924 y cuyo marco defendió de forma ininterrumpida hasta la temporada 1934-35, aunque su retirada oficial no llegó hasta la conclusión del curso siguiente.

En esos doce años alcanzó a jugar cuatro temporadas en Primera división (66 partidos de Liga y 165 goles recibidos) y a ganar dos Copas de España en 1924 y 1927 antes de regular la competición como hoy la conocemos. No fue internacional; unos dicen que por tener pasaporte francés, otros porque sufrió la competencia de Ricardo Zamora.

Pero Antonio Emery era todavía un mito en ciernes cuando la directiva de Osasuna solicitó su concurso al Real Unión para defender la portería rojilla en el encuentro amistoso contra Boca Juniors, el 19 de abril de 1925. Por los acontecimientos de la época cabe concluir que las relaciones entre ambas entidades eran más que buenas. En el transcurso de aquella temporada (1924-25) los dos clubes parecían formar un frente común que tenía como principal contrincante a la Real Sociedad. De hecho, el presidente del Real Unión elevó una queja a la Federación Guipuzcoana, a finales de febrero, tras la expulsión del citado organismo del delegado de Osasuna a raíz de un duro artículo publicado por éste en La Voz de Navarra después de un polémico encuentro de los rojillos en Atocha. En paralelo, varios directivos del Real Unión habían tratado de agredir a un cronista deportivo donostiarra molesto por sus crónicas y al que acusaban de ser "afecto a la Real Sociedad". El caso más palpable de esa buena sintonía fue el partido del 1 de marzo disputado en San Juan entre Osasuna y Real Sociedad, en el que, según las crónicas, en las gradas había casi tantos aficionados de Irun como de Pamplona animando a los rojillos porque se ventilaba el título de campeón del torneo regional. El título lo ganó la Real.
BUENAS RELACIONES
Entente Osasuna-Unión
Fuera por tomar partido en esas controversias o por prestarse ayuda, el caso es que Osasuna cedió tras el campeonato a Gurrucharri y Juanín al Real Unión para completar la nónima de jugadores que realizaron una gira por Suiza, en lo que supuso la primera salida a la confederación de un club del Estado. A renglón seguido, Osasuna solicitó la presencia del genial Gamborena y de Emery para apuntalar la alineación que habría de oponer a los argentinos.

Su aportación fortaleció todavía más a un Osasuna que puso en liza ante Boca una alineación de antología con varios internacionales por España: Emery; Juanín, Abascal; Ubaldo Áriz, Gamborena, Ochoa; Muguiro, Gurrucharri, Miqueo, Seve Goiburu y Urquizu. Con razón que los cronistas lamentaran que sólo la parcialidad arbitral (dirigió el choque el entrenador de Boca, Decep) decantara el resultado final, 0-1, considerado a todas luces injusto.

Emery fue ovacionado en distintas ocasiones por el público. Posteriormente, El pajarito, como le apodaban, volvió a jugar más tardes en San Juan dejando el sello de su clase, a pesar de que su estatura no rebasaba los 172 centímetros, déficit que compensaba con una gran agilidad.

El abuelo de Unai vivió la gloria y la decadencia del Real Unión. A su retirada, lo ahorrado con el fútbol no superaba las 550 pesetas, según relató su hijo Juan; siguió trabajando en el ferrocarril y, a pesar de su modestia, conservando la amistad del ingeniero de Caminos René Petit, otra leyenda fronteriza que también vistió la camiseta de Osasuna

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