El Levante y el Real Madrid en Mestalla en los octavos de final del curso 1962-1963
Fue en la jornada del domingo doce de mayo de 1963 en Mestalla, un escenario algo inhóspito según cuenta la tradición, cuando el Levante y el Real Madrid de Miguel Muñoz, por entonces conocido como el Pentacampeón, en virtud del número de entorchados conquistados en la máxima competición disputada en Europa, se enfrentaron en el contexto de una eliminatoria de octavos de Final de Copa del Generalísimo que disputaba en tierras valencianas la apertura de una doble confrontación. El azar deparó un duelo, reeditado por la suerte en tiempo presente, entre dos adversarios alejados desde un prisma competitivo en función de los espacios en los que competían.
El Levante por aquellos días miraba de frente al trofeo del K.O con fijación, pero sin olvidar que apenas un mes más tarde afrontaría el reto superlativo de tratar de ingresar en la elite con el peaje que suponía disputar una promoción cargada de sentimientos y percepciones ante el Deportivo de La Coruña. Su condición de segundo divisionista no era obvice para que la euforia y la euforia estallaran en el entorno del levantinismo tras conocer el emparejamiento ante el Real Madrid. El club blanco reunía a una constelación de estrellas entre sus mesnadas. Di Stefano, Puskas, Paco Gento actuaban de tótems, pero su nómina era mucho más extensa. Sus jugadores tenían una pátina de brillo prácticamente inalcanzable como demostraban en el Viejo Continente con un dominio impoluto.
Al prestigio deportivo del duelo naciente, se unían las jugosas posibilidades que se presagiaban desde un prisma económico. Era un partido destinado a brindar con una jugosa taquilla. La confrontación estaba enmarcada. El enfrentamiento genero un primer debate que afectaba al escenario. El aforo del santuario de Vallejo era insuficiente para dar cabida a las cuantiosas peticiones. Mestalla adquirió primacía. “La petición del Levante y la aceptación del Valencia al ceder su campo constituyen una prueba de esa comprensión mutua”, acentuaba el diario Jornada. No obstante, los socios del Levante tenían reservada su localidad en Mestalla. El Real Madrid aterrizó en la capital del Turia después de propiciar un severo correctivo a la Juventus de Turín coronado como campeón de la Liga recién finalizada.
Quique y Balaguer, los técnicos del Levante, trabajaron a conciencia en los entrenamientos para anular a la maquinaria más poderosa de la orgullosa Europa. El sábado once de mayo arribó la expedición madridista. Di Stefano y Puskas, dos colosos, integraban el grupo y según se anunciaba estarían sobre el césped de Mestalla. Pedreño, Calpe, Céspedes o Camarasa tenían el complejo desafío de preservar la zona defendida por Rodri. Por el extremo contrario había una extrema confianza en la destreza de Domínguez y en la capacidad de desborde de Vall y Serafín. Mestalla acogió a los contendientes y en la previa hubo espacio para el protocolo.
Los capitanes se intercambiaron los obligados banderines y los jugadores del Real Madrid fueron agasajados con un ramo de naranjas por unas bellas labradoras. Esa muestra de gratitud no aplacó los ánimos de la escuadra de Miguel Muñoz. Di Stefano marcó en el minuto dieciséis. Puskas, Zoco y Manolín Bueno, el eterno suplente de Gento, quien no estuvo presente por una lesión, ampliaron el marcador. Currucale obtuvo el gol del honor. Siete días después, a la orilla del Bernabéu, el Real Madrid rubricó la eliminatoria con una nueva victoria (3-1).
NOS GUSTE O NO NOS GUSTE, ESTO ES HISTORIA QUE OCURRIÓ EN NUESTRO CAMPO DE MESTALLA EN UN PARTIDO DE COPA DEL GENERALÍSIMO (HOY COPA DEL REY).
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